Iberia está herida de muerte, y nadie parece darse cuenta de su crítica situación. Especialmente sus miles de trabajadores, que cada día parecen más entregados a la negación de la dura realidad. La pésima situación nacional se suma a una creciente competencia en mercados emergentes de Iberoamérica, al igual que en el largo radio, unida al cambio de hábitos del cliente corporativo. Otro dato preocupante es que Iberia ha ido perdiendo el oxígeno que le aportaba su millonaria caja. La conflictividad social de los trabajadores de Iberia amenaza, de hecho, el futuro de la compañía. Iberia puede quebrar. Pero nadie parece querer darse cuenta.


