TRIBUNA DE OPINIÓN
ROBERT LANQUAR
En 2026, el turismo mundial avanzará en un entorno menos estable, más cálido y mucho más complejo. La buena noticia: las ganas de viajar siguen intactas y las llegadas internacionales han recuperado, e incluso superado, los niveles previos a la pandemia. Pero este crecimiento se da sobre un terreno frágil: aceleración del cambio climático, guerras regionales, tensiones económicas y una revolución tecnológica sin precedentes con la Inteligencia Artificial.
Para los profesionales del turismo, 2026 ya no se resume en curvas de llegadas y pernoctaciones. El reto es seguir acogiendo, protegiendo y conectando personas en un contexto de riesgos crecientes, convirtiendo las amenazas en oportunidades reales de negocio.
Las previsiones, a partir de datos de la OMT, de la OCDE, del WTTC o del Banco Mundial, apuntan a un turismo mundial en expansión moderada: más viajeros, más ingresos, pero en una economía global ralentizada. Las clases medias tienen que afrontar la inflación y elegir entre energía, vivienda, alimentación… y vacaciones.
En la práctica, esto significa más viajes, pero a menudo más cortos, más reservas de última hora y una sensibilidad extrema al “valor por dinero”. Para los destinos turísticos y empresas muy dependientes del turismo como en España, el desafío es doble: capitalizar el rebote de la demanda y, al mismo tiempo, reforzar la resiliencia económica y social sin perder de vista el impacto ambiental. Quien logre este equilibrio ganará cuota de mercado y reputación.
El cambio climático ya no es ruido de fondo: decide temporadas, percepciones de seguridad y la propia habitabilidad de ciertos destinos. En Europa y la cuenca mediterránea, las olas de calor, las sequías, los incendios y las inundaciones se multiplican. Algunos veranos se vuelven literalmente “invendibles” para ciertos segmentos, que desplazan sus viajes a primavera u otoño, o migran hacia zonas más frescas: Atlántico norte, montaña, Europa del Norte.
En el Medio Oriente y el norte de África, el aumento de temperaturas extremas y episodios de lluvia torrencial obliga a replantear la experiencia completa: horarios, actividades, diseño urbano, sombra, gestión del agua. Si no se adapta la oferta, la experiencia del cliente se resiente y la reputación también.
En islas pequeñas y zonas costeras, la subida del nivel del mar, la erosión de playas y el aumento de ciclones amenazan directamente el producto “paraíso”. Quien anticipe estos cambios y los explique bien al mercado podrá posicionarse como “destino seguro y responsable” frente a un clima inestable.
Los conflictos no solo cierran destinos; reconfiguran flujos, corredores aéreos y percepciones regionales. No hablaremos de Ucrania o Sudán o África o Venezuela. En Gaza y el entorno regional, la guerra ha frenado de golpe una dinámica muy positiva. Los flujos hacia Israel, Palestina, Jordania o Egipto se resienten; muchos viajes religiosos y culturales se reprograman o se cancelan. Incluso destinos percibidos como seguros deben invertir más en comunicación de confianza, protocolos de seguridad y gestión de la incertidumbre.
Frente a este entorno complejo, las tendencias identificadas por Amadeus y Globetrender muestran cómo está cambiando la demanda y dónde se abren nuevas ventanas de negocio. Por ejemplo, integrar a los animales en el diseño del viaje: los viajeros quieren llevar a sus mascotas consigo. Aeropuertos, alojamientos, transporte, actividades… toda la cadena de valor debe adaptarse. Pero se enfrentarán a riesgos: si no hay reglas claras (bienestar animal, higiene, convivencia), el “plus” puede transformarse en conflicto y mala reputación. Profesionales que diseñen políticas y servicios serios ganarán ventaja competitiva.
Turismo pop: cuando la cultura de masas marca el mapa
Es una nueva tendencia que va más allá de una moda: series, películas, videojuegos y grandes convenciones impulsan millones de viajes. Los clientes ya no quieren solo “ver un lugar”; quieren “entrar en la historia” de su serie o universo favorito.
Para los destinos, el reto es pasar del selfi al producto sostenible con rutas guiadas con narrativa, aforos limitados y beneficio local o experiencias inmersivas que respeten la vida cotidiana de los barrios. Quien lo haga bien puede obtener altos ingresos y reputación de destino creativo, sin caer en la saturación ni en la “disneyficación”.
Otra tendencia subrayada por Amadeus y Globetrender, las estancias “a la carta”: hiperpersonalización del alojamiento. La nueva tecnología de reservas permite vender algo más que un tipo de habitación: se vende una configuración precisa: planta, orientación, insonorización, espacio de trabajo, equipamiento deportivo, saunas, experiencias de bienestar… Es el objetivo conseguido con gran éxito por una empresa tecnológica ubicada en Mallorca, Hotelverse Technologies SL.
Viajes al futuro: el auge del “turismo de innovación”
Cada vez más personas viajan para probar el futuro: ciudades inteligentes, robots de servicio, pagos biométricos, restaurantes experimentales… En este contexto, el despliegue de los robotaxis de Waymo (Alphabet Inc. – Google) en Londres a partir de 2026 se convertirá en una experiencia turística en sí misma: subir a un coche sin conductor formará parte del “relato” de la visita. Ya lo han experimentado en San Francisco y la Silicon Valley, en Los Ángeles, en Shanghái…
Entonces, ¿cómo será 2026 para el turismo mundial? Será, con toda probabilidad, un año de transición: más viajeros, más riesgos, más tecnología, más exigencia.
Para los profesionales del sector, las claves serán incorporar el clima a la toma de decisiones: temporadas, producto, infraestructuras, comunicación, precios; también, gestionar la incertidumbre geopolítica con información transparente, protocolos claros y empatía hacia socios y comunidades locales. A lo mejor, con una nueva visión: convertir cada viaje en un ejercicio de convivencia: favorecer el encuentro real entre visitantes y residentes, explicar contextos, contar historias que humanicen. En 2026, esa puede ser la ventaja competitiva más poderosa: ofrecer experiencias que no tan solo generan ingresos, sino que también construyen puentes entre personas, culturas y territorios.











