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TRIBUNA DE OPINIÓN / ARTURO BERNAL

El Turismo, la mejor vacuna contra la ignorancia

sábado 11 de noviembre de 2017, 07:00h
Arturo Bernal es el gerente de Turismo Costa del Sol.
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Arturo Bernal es el gerente de Turismo Costa del Sol.
El ecosistema del Turismo y sus intrincadas interrelaciones produce mucho más que cifras de viajeros, pernoctaciones, ingresos o incrementos del PIB. Hoy más que nunca y gracias a su democratización se ha convertido en la industria de la paz y de la concordia entre pueblos y culturas de un cada vez más complejo, insostenible y, a veces, irracional mundo global.
Efectivamente, más allá de sus beneficiosos efectos económicos y para el empleo, el Turismo debe ser concebido como una poderosa arma de transformación de nuestra maltrecha civilización: viajar, relacionarse e integrarse con las comunidades locales, transforma la mente y la visión que se tiene de aquello que no se conoce, combate los prejuicios, los complejos, los chovinismos y los estereotipos; en definitiva, el Turismo se conforma como la mejor vacuna contra la ignorancia y el odio, contra las autocracias y los separatismos.

Que la gente viaje, conozca, descubra y experimente, es una de las más eficaces maneras de construir cultura cívica y conciencia de pertenencia a un gran colectivo, el de la humanidad, por encima de fronteras, banderas y lenguas.

Viajando, "haciendo Turismo", comprendemos mejor a los pueblos y percibimos con más claridad que vivimos en una sociedad plural, donde la diversidad, la solidaridad y el respeto por el prójimo se erigen como pilares básicos de la convivencia.
El Turismo es la industria de la paz y la concordia entre los distintos pueblos y culturas

Pareciera que el mundo, la civilización, necesite ser salvada cada cierto tiempo. Pues bien, tenemos el desafío de usar la herramienta más potente que tenemos a nuestro alcance para procurar estabilidad, prosperidad y paz a toda la humanidad en estos momentos convulsos que nos ha tocado vivir. La responsabilidad de la industria, y la de sus actores públicos y privados se torna, en consecuencia, mayor si cabe en la obligación de promover la actividad turística, no solo como una fuente de riqueza más o menos estructural ligada a un territorio concreto, sino como una estrategia de desarrollo e integración de los pueblos a nivel global.

¿Seremos capaces de afrontar este reto con la corresponsabilidad que se le supone al sector que lidera la economía mundial?

Málaga y su Costa del Sol son, como pocos destinos en el mundo, un ejemplo palpable de hasta qué punto la actividad turística ha transformado y vertebrado un territorio, un pueblo, dotándolo no solo de infraestructuras, equipamientos y recursos productivos, sino de un singular acervo cultural creado a base de acoger, de ‘hacer malagueños’, a ciudadanos de medio mundo. Una cultura que se convierte en principio inspirador y creador de una tribu de ‘Open Minders’ que es la que está cumpliendo el reto de llevar a cabo la segunda gran revolución en la industria turística mundial: de los destinos inteligentes a los destinos centrados en la persona y sus emociones. Centrados en el ser humano.

El turista ‘persona’ debe ocupar, de verdad y no solo en las formulaciones estratégicas teóricas, el centro de la cadena de valor de nuestra industria más allá de los fríos números de visitantes, pernoctaciones o ingresos y, en ese objetivo, las nuevas tecnologías y la inteligencia digital deben servir para algo más que para seleccionar comportamientos de consumo y enfocar las acciones de marketing mix de un destino de manera eficiente e inteligente en pos de un destino sostenible que, por cierto, ya es mucho.

Creo que todo con lo que el telediario nos atormenta cada mañana y cada tarde, la actualidad política y social de España y del mudo, sirve para que comprendamos mucho mejor el valor de la efectiva cooperación internacional, de la educación en todos sus gados y de la formación profesional como armas para la concordia, la necesaria apertura de mente y la estabilización de los territorios en conflicto en dichos territorios mismos.

El Turismo como política internacional para el desarrollo de los territorios, pero especialmente, el Turismo como herramienta para la educación y la formación profesional… y la concordia.

Aunque lo he buscado con esmero en distintas fuentes de información, no he sido capaz de concretar con cierta exactitud lo que destinamos a cooperación y desarrollo, no solo en España, incluyendo las correspondientes partidas del Estado y de sus comunidades autónomas Ceuta y Melilla, sino en toda Europa y en el mundo. Varios centenares de miles de millones de euros. Los presupuestos para educación y formación profesional son igualmente estratosféricos.

¿No resultaría posible, congruente y hasta sensato, reorientar una gran parte de este esfuerzo, de esos recursos, a una cooperación eficiente para la transformación internacional y la apertura de mente?

Dirán ustedes que ya lo hacemos. Y es posible que sí. Pero como en tantas otras cosas, actuamos reactivamente. Nos hemos convertido en "los maestros de la adaptación". Adaptarse o morir. Pero una enfermedad global como la de que adolece nuestra civilización requiere de anticipación y utilización de los mejores canales posibles para llegar más rápido y más lejos en este objetivo. Mejor innovar que adaptarse, ¿no?

España, el mundo, necesita de la industria turística, de sus empresas, de sus relaciones, de sus profesionales, de su talento para reorientar las estrategias y las políticas en materia de cooperación, educación y formación como garantes de la estabilidad y la concordia. Mejor nos iría si el primer sector económico mundial pudiera ser la referencia para vehiculizar las acciones y el gasto productivo de una parte importante y creciente de los actuales presupuestos de cooperación y desarrollo que se manejan en el mundo, en cada estado o región.

El Turismo es la industria de la confianza y de la seguridad. De la estabilidad y la concordia. Es la actividad más internacionalizada que existe y, por tanto, no es solo la que genera más exportaciones sino la que motiva la práctica totalidad de los movimientos de personas en el mundo. ¿No sería por tanto defendible, en base a esa posición de liderazgo, querer asumir una responsabilidad mayor en materia de formación, cooperación y desarrollo mundiales?

La mayor y más eficaz ONG de la tierra está desaprovechada. La industria turística quiere y puede cumplir con ese objetivo. Quiere asumir ese desafío.

Démosle juego.