Tercero, por los actos de gamberrismo callejero contra el bus turístico de Barcelona que
han puesto de moda la ‘turismofobia’. Y cuarto, aunque por su dramatismo haya merecido titulares de los telediarios en todo el mundo, por
el brutal atentado terrorista que asoló un enclave turístico urbano tan simbólico como es La Rambla barcelonesa.
Barcelona afronta problemas de seguridad (Las Ramblas), convivencia (La Barceloneta), movilidad (El Prat)... y ‘la turismofobia’
Paradójicamente, mientras las autoridades autonómicas y municipales cuestionaban el
límite en la capacidad de carga de Barcelona como destino turístico (como si la actividad turística fuese una lacra, y no el primer sector de la economía), lo sucedido
pone en jaque aspectos tan relevantes como la seguridad (atentado en La Rambla), la convivencia (manifestaciones en La Barceloneta), la movilidad (huelga en El Prat) o la ‘turismofobia’ (acoso al BusTuristic barcelonés).
Paradójicamente porque es previsible, al igual que sucedió en París inmediatamente después de sufrir los atentados, una
brusca caída del receptivo en Barcelona. Y aunque está por ver en qué medida afectará a la llegada de turistas, lo que sí es seguro es que Barcelona sufrirá una caída a corto plazo. Un tiempo que las Administraciones de la Generalitat y el Ayuntamiento debieran aprovechar para debatir el modelo.
La principal duda es qué debate cabe esperar por parte del socio del tripartito que gobierna Cataluña, que alienta las acciones de gamberrismo callejero contra los turistas en el bus turistico de Barcelona o las exporta a Mallorca. Máxime ante la prioridad que representa la desconexión. No podemos olvidar el
mínimo peso que tiene la participación (y por tanto el expertise) del Empresariado turístico en el Consell de Turisme i Ciutat, órgano consultivo consultivo del Ayuntamiento barcelonés, donde la opinión del Sector cuenta menos que las de Asociaciones vecinales, Sindicatos y otros colectivos.
La sospecha de que los gravísimos problemas que afectan hoy al Turismo en Barcelona y Cataluña (y, por tanto, al resto del destino España), pasarán a un segundo plano, ante el ansia de independencia de una parte de la población, que el Gobierno de la Comunidad autónoma ha hecho suyo, agrava aún más la situación.
El Ayuntamiento de Barcelona, que es hoy
víctima de su indefinición y tibieza ante el auge del alojamiento colaborativo, entre otras cuestiones clave, no debe seguir desoyendo a los artífices del Sector al que la ciudad debe tanto, en términos de generación de riqueza y empleo.
Barcelona no debe morir de éxito, tras su crecimiento continuo como gran destino turístico urbano, impulsado por el éxito mundial de los Juegos Olímpicos de 1992. Pero Barcelona podría llegar a pagar un alto precio en su primera actividad económica, si el Ayuntamiento persiste en este discurso radicalizado, que criminaliza al Sector.
Que le sea útil. Ese es nuestro mayor interés.