«Evidentemente, que algo esté de moda o esté bien es fantástico, pero no arroja nada. ‘Moda’, ‘corrección’, ‘sostenibilidad’… son palabras, y la empresa funciona con números. Lejos de rechazar uno en beneficio del otro, hay que aprender a combinarlos. Por eso, ahora que ser sostenible está de moda (y mejor que dure) tendríamos que distinguir cómo traducimos los tréboles verdes a los números verdes, es decir, positivos.
He aquí cinco ideas sobre cómo medir qué nos ahorramos siendo verdes.
1. ¿Qué queremos medir?
¿Sabemos donde tenemos el pozo sin fondo? ¿Gastamos un sinsentido en agua, o la tenemos bajo control y lo que es una pesadilla es el vidrio? ¿Nos llegan facturas kilométricas de calefacción o, por el contrario, en verano nos asamos y el aire acondicionado no da de sí? En restauración, por ejemplo. ¿Vuela el gasto en gas, o nos desaparece la comida de las manos? ¿La gente trabaja fatal porque nuestro modelo de silla les destroza la espalda, o es la pantalla que tiene demasiado brillo? ¿Qué nos falla? ¿Sabemos realmente donde tenemos el problema? Sabemos que, pese a que los efectos visibles puedan ser muy parecidos, una anorexia no es lo mismo que una bulimia. Deberíamos, antes de tomar medidas, saber qué y dónde falla. Intentamos muchísimas cosas para contener la peste bovina y terminar con las hambrunas que ésta generaba… y nada. Hasta que Robert Koch hizo lo único que la enfermedad aceptaba para desaparecer. Y desapareció. Busquemos qué falla. Hay veces que un auditor interno debería tener mucho de Sherlock.
2. Cálculo de costes
Una vez sabemos qué falla, debemos cuantificar cuánto nos cuesta su no funcionamiento. Si tenemos un aislamiento deficiente, ¿cuánto dinero gastamos en climatización? Una vez detectado un problema (un concepto) hay que calcular su importe, es decir, cuánto perdemos con él.
3. Medidas
Ya sabemos qué va cojo y cuánto cojea. ¿Qué prótesis le ponemos? Deberíamos decidir qué medidas exactas debemos tomar y pensar cuánto nos van a ahorrar. Una deficiencia en sostenibilidad influye en los conocidos tres entornos (social, económico y ambiental). ¿Cuál de los tres corrige, qué corrige, cómo, a qué coste y cuánto generará? Evidentemente, nadie va a vender la moto para comprar gasolina, a menos que se llame Abundio. El objetivo final de ‘traducir conceptos de sostenibilidad a números de sostenibilidad’ es saber cuánto vamos a ahorrar corrigiendo.
4. Influencia
Evidentemente, convertir nuestro viejo tren de vapor en una limpísima máquina eléctrica no sólo nos va a ahorrar costes. Como ya hemos comentado, ser sostenible está de moda, y si nuestros compañeros (stakeholders) nos ven verdes, nos apreciarán más. Limpiar ese color negruzco a hollín de chimenea de coc y pintarla de verde por fuera y por dentro va a hacer que la gente nos mire mucho mejor, nos aprecie, colabore más con nosotros y nuestras relaciones comerciales mejoren. La gente valora que se respete el entorno en que se desarrolla el turismo, no contaminar, no depredar, repercutir en beneficio de los locales, la autenticidad… Esto es un poco difícil de cuantificar, pero debemos saber que si implementamos una política de sostenibilidad nuestra percepción en mercado mejorará y nuestra actividad tenderá a crecer.
5. Control
Una vez puesto en marcha todo esto deberíamos ser capaces de medir cómo repercute, si nuestros objetivos se cumplen y cómo hacer que lo hagan si es que no. Mirar desviaciones y posibles fallos, cosas que se nos han quedado por el camino… llevar a cabo una política de sostenibilidad implica vigilar su desarrollo a nivel conceptual… y numérico. Tengamos en cuenta que la sostenibilidad no debería ser (y no es) un gasto. Por tanto, si siendo verdes perdemos dinero, hay algo que hemos hecho mal. Deberíamos revisar nuestra paleta de colores y nuestros libros de cuentas.
Concluimos, ser verde no lleva aparejado los números rojos. Y contra esto, no hay daltonismo que valga. Siendo verdes, mejoraremos».