Las calumnias del histriónico presidente de Ryanair, que afirmó que las agencias "timan a los clientes", insultándolas con términos como "parásitos" o "bastardos", y mintiendo al asegurar que vendían sus billetes "ilegalmente" y "más caro", son hechos probados por la Audiencia y ratificados por el Tribunal Supremo, que no van a quedar impunes. Máxime cuando, recientemente, Ryanair ha tenido el descaro de solicitar la participación de GDS y agentes de viajes —al igual que otras low cost como EasyJet— para que vendan su clase noble a sus clientes-empresa. Un sinsentido que pone a las claras los rasgos de bipolaridad del extravagante personaje.
Amparado en la defensa de la sacrosanta libertad de expresión, Ryanair y su presidente, Michael O'Leary, han pretendido justificar sus ataques difamatorios a los agentes en la crítica a una actividad profesional y empresarial. Pero el Supremo, lejos de considerar que estaban amparadas en el derecho a la libertad de expresión, hace suya la denuncia de Rumbo, y considera estas manifestaciones como "mensajes insultantes, insidias infamantes o vejaciones que provocan el descrédito", y considera que Ryanair denigró a Rumbo y al resto de las agencias de viajes online.
Aunque en su resolución el Supremo estima en parte el recurso de Ryanair por la sentencia de la Audiencia, rechazando la alegación de discriminación y competencia desleal denunciada por Rumbo, queda claro que la aerolínea de vuelos baratos actuó de mala fe y que su conducta fue desleal, al anunciar a los clientes de las agencias online la cancelación de sus reservas. Grave ataque a los legítimos intereses de los consumidores y usuarios, que explica en gran medida este varapalo judicial.
La heterodoxa política comercial de Ryanair, que hacía dumping, vendiendo billetes por debajo de coste gracias a las ayudas obtenidas por los destinos (enmascaradas como acciones de comarketing o publicidad en su website), se ha vuelto contra la compañía, que no dudó en presionar y descalificar incluso a gobiernos autónomos para defender sus privilegios. Destinos, como Malta, basan hoy sus campañas de comarketing en compañías como Vueling, y pierden fuelle ante la creciente competitividad de competidores como Iberia y Air Europa, que empiezan a arrebatarle cuota de mercado.
Ryanair, cual minotauro desorientado, se pierde en su propio laberinto y, tras sembrar vientos, recoge tempestades. Y es que los agentes de viajes jamás podrán olvidar los insultos, insidias, infamias y vejaciones de las que les hizo objeto quien ahora pretende que estos mismos empresarios y profesionales vendan su producto. Un delirio más propio de una aerolínea desnortada.
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