Durante años, la cueva se usó como explotación minera y sirvió de sustento económico a muchas familias de los pueblos cercanos, y quienes nombraron a la cueva como "soplao", por la fuerte corriente de aire que atravesaba las cavidades kársticas que iban perforando.
El gobierno de Cantabria abrió la cueva al público en verano de 2005, tras una intervención que permitió que una parte de la cueva fuera accesible en silla de ruedas y con numerosos servicios complementarios para los turistas.