La enfermedad que produce la pérdida de tejido del coral pedregoso y cuyo primer brote tuvo lugar en Florida Central en 2014, dejó una estela fantasmal de restos de arrecifes de coral decolorados y se ha expandido ya a México, las Islas Vírgenes de Estados Unidos, St. Maarten y también a la República Dominicana, donde llegó repentinamente en el mes de marzo.
La directora de Sostenibilidad de Iberostar, bióloga marina y doctora en restauración de corales, Megan Morikawa, presenció la aparición de esta plaga blanca submarina mientras ultimaba, junto con su equipo, los preparativos para el nuevo laboratorio de arrecifes de coral en la República Dominicana. Avanzando a un ritmo sin precedentes, Iberostar, junto con un grupo de miembros de la comunidad científica, el gobierno dominicano y varias ONG, entre otros, terminó el laboratorio en el plazo de un año, justo cuando la enfermedad del coral empezaba a infectar los arrecifes locales, ocho meses antes de lo esperado.
Este nuevo Coral Lab abre una puerta a la esperanza para el futuro de los arrecifes caribeños y océanos de todo el mundo
El Coral Lab albergará inicialmente 10 especies y 180 corales individuales (la mayoría de las instalaciones similares solo cuentan con unas pocas especies). El centro opera bajo unos estándares científicos rigurosos, aunque está abierto a clientes de los hoteles y visitantes, como parte de las tareas de concienciación y educación que Iberostar está impulsando. Los niños, a través del programa de entretenimiento Star Camp que impulsa la cadena, también están invitados a visitarlo y a convertir el momento en un divertido aprendizaje sobre el medio ambiente.
El Coral Lab actuará como refugio para los arrecifes coralinos amenazados del Caribe. Es un banco genético, protegido ante los huracanes cada vez más devastadores en alta mar, donde viven la mayoría de arrecifes. Además, extrae el agua salada de los pozos, no del océano, y así lo protege de enfermedades de gran alcance y rápida proliferación, que afectan a los corales, como la SCTLD.
Entre sus características, el laboratorio cuenta con cuatro depósitos de 1.200 litros, otros cuatro con una capacidad de 500 litros y cuatro sistemas de control que permitirán a los investigadores simular con precisión las condiciones marinas futuras. Esto hará posible el desarrollo de cepas de coral resistentes al calor, que algún día podrían reponer los debilitados arrecifes que sustentan poblaciones enteras de peces y protegen los medios de vida costeros.
Iberostar prevé inaugurar más instalaciones para proteger la salud costera en otros emplazamientos en los próximos dos años y construir una serie de viveros en alta mar. Cabe destacar que el laboratorio fue diseñado para brindar a los clientes y a la comunidad local una experiencia oceánica única e imborrable en tierra y exponerlos a un reto ambiental al que, de otro modo, nunca se podrían enfrentar.
Grupo Iberostar puso en marcha en 2017 el ambicioso movimiento Wave of Change, diseñado en línea con el Objetivo 14 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ODS), “Vida Submarina”, que trabaja sobre tres pilares fundamentales: la eliminación de los plásticos de un solo uso, el fomento de consumo responsable de pescado y la mejora de la salud costera.
Wave of Change
El Coral Lab es el esfuerzo más reciente que Iberostar ha realizado en salud costera, como parte de su movimiento Wave of Change, una triple iniciativa destinada a proteger los océanos y fomentar el turismo responsable, que incluye la sustitutción de los plásticos en los 120 hoteles de Iberostar para el año 2020 reinventando cada uso, desde las pajitas y las cápsulas de café hasta los uniformes de los empleados en una tentativa por establecer una economía circular; la promoción del consumo responsable de pescado. Entre otras medidas, Iberostar ha llegado a un acuerdo con WWF, FishWise y los proveedores locales de pescado para evaluar el riesgo, la responsabilidad y la sostenibilidad de la cesta de la compra; y la mejoría de la salud costera, incluida la restauración de manglares en la República Dominicana, reuniendo a un equipo de científicos expertos en conservación costera, entre ellos Morikawa y otros científicos de la Universidad de Stanford y la UC Santa Bárbara.