Cada uno puede tener su propia definición para el episodio que hemos vivido en relación con el servicio de autobús turístico en Madrid durante las últimas semanas. Pero quizá una palabra pueda resumir la situación: negligencia. Haría falta depurar responsabilidades, pero que una concesión por 10 años haya vencido, y que no se haya convocado a tiempo, merece una explicación. En primer lugar, para los usuarios, principales afectados, y en segundo término, para tratar de paliar el daño que se le ha hecho a la ciudad y a su proyección turística internacional. No es de recibo que Madrid, una de las cinco capitales europeas más importantes, se encuentre con semejante dislate. Simplemente, esto no puede suceder.

