La suspensión en la concesión de licencias para alojamientos turísticos impuesta por el nuevo Ayuntamiento abre un encendido debate en el sector. Entre quienes piensan que frenará el Turismo y los que avisan de la fuga de inversores, el profesor de Economía Turística de la Escuela Vatel España, Jean François Koster, reflexiona sobre las implicaciones y aporta alternativas a la masificación del destino.
Alrededor de 28 proyectos hoteleros se verán afectados por la moratoria impuesta por el nuevo gobierno local de Barcelona según fuentes de Urbanismo. La medida, que se ha argumentado como oportunidad para “hacer una foto fija para saber dónde se puede crecer y dónde no” en el sentido de evitar la masificación turística, afectará a hoteles, apartahoteles, apartamentos turísticos, pensiones, hostales, viviendas de uso turístico, residencias de estudiantes y hoteles juveniles y ha despertado multitud de reacciones en el sector, que cuestionan sus riesgos y consecuencias.
Riesgos que, en opinión del profesor de Economía Turística de la Escuela Internacional de Gestión Hotelera Vatel España, Jean François Koster, “no afectarán a la llegada de turistas, puesto que Barcelona es un destino consolidado y atractivo, con una imagen dinámica y moderna, y con el valor añadido del puerto”. En el extremo opuesto se sitúa la inversión, “que sí puede verse reducida, derivándose la inversión a otros destinos nacionales, como puede ser Madrid y, fundamentalmente, internacionales”.
Sin embargo, según este experto en Economía Turística, “el plazo de la moratoria, de solo un año, minimiza este riesgo ya que se trata de un periodo de tiempo relativamente reducido”. Detrás de la decisión del nuevo ejecutivo, sin embargo, se atisba una intencionalidad de “ganar tiempo” y quizás priorizar otro tipo de proyectos.
La cuestión de fondo, en opinión del profesor de Vatel España, es la situación real del turismo en Barcelona que, si bien goza de buena salud, empieza a adolecer de problemas relacionados con la masificación. Por eso aconseja “emplear el periodo de moratoria en el rediseño de una estrategia turística para la ciudad, abordando aspectos como la masificación, de la que los cruceros son buena prueba, y definir qué demanda real de camas hay frente a la oferta existente, en qué zonas y con qué picos anuales”.
No sería tanto paralizar proyectos hoteleros sino replantear la necesidad de crear nuevos hoteles con 300 o 400 habitaciones y proponer, en su lugar, otros más pequeños de entre 100 y 200, si realmente no existe una demanda para tantas camas. Los cruceristas, por ejemplo, ‘invaden’ el centro de Barcelona pero regresan a dormir a sus barcos, por lo que no suponen un aumento de la demanda hotelera en la ciudad.
Ante picos puntuales de demanda, como pueda ser la celebración de grandes congresos, en los que Barcelona ha sabido posicionarse como destino preferente, Koster apunta la necesidad de “crear soluciones inteligentes, como la instalación de hoteles modulares que refuercen la oferta de camas pero que, tras el evento, puedan ser desmontados. Una iniciativa que, además, permitiría a Barcelona posicionarse como una ciudad flexible y comprometida con la sostenibilidad”. La colaboración con destinos próximos, que pueden convertirse también en alternativas al alojamiento en el centro de la ciudad, se constituye como otra posible solución.
Acerca de si la moratoria favorecerá otros modelos de alojamiento, como puede ser el alquiler de habitaciones o viviendas de particulares para uso vacacional no se correspondería tanto con la moratoria como consecuencia, según apunta el profesor de Economía Turística, sino “con un nuevo modelo de vivir y viajar, la economía colaborativa, que también hay que abordar para fijar una regulación que proteja a los viajeros sin convertirse en competencia desleal para el gremio de hoteleros, lo que se solucionaría con un sistema de impuestos adecuado a esta actividad”.