Se abre así una nueva etapa de incertidumbre para el país, quedando claro que la segunda ola del virus, no por esperada, impactará con menor violencia, como estamos viendo no solo en España, sino por las medidas extraordinarias que están tomando países de la Unión Europea y el resto de nuestro entorno.
Sectores como el Transporte por Carretera y Agencias de Viajes ya están acostumbrados, desde hace años, a vivir en permanente estado de alarma. El hecho es que las circunstancias que rodean el transporte de viajeros por carretera llevan muchos años siendo adversas. O, cuando menos, muy poco favorables al Sector.
Si tenemos en cuenta el rechazo parlamentario a las ayudas al transporte urbano, que iban a ser como mucho de 400 millones, el reto parece complicado
Pero no es de recibo que ante un escenario tan excepcional, las decisiones que se tomen no lo sean. Por ejemplo, se vuelve a incrementar el impuesto sobre el diesel para aliviar las arcas públicas, se incrementa aun más la burocracia relacionada con el Sector (a pesar de que es un servicio esencial, exento de limitaciones a la movilidad), o se vota 'no' a ayudas al transporte urbano que ya estaban desarrolladas, dejando en una grave situación a muchos de los operadores, tanto privados como públicos, que esperaban esos 275 millones como si fueran oro puro. Al menos, por mirar la parte positiva, la prórroga de los ERTE continúa amparando al transporte de viajeros, no como en el caso del transporte de mercancías, que se ha quedado fuera de manera inexplicable.
En resumen, más de lo mismo. Apenas se aprecian innovaciones en cuanto a la normativa a aplicar al transporte. Esa que tiene que servir para que las empresas sobrevivan, hasta que llegue el prometido maná en forma de ayudas comunitarias, si es que terminan de llegar (se esperan para el segundo semestre de 2021) y si el reparto es benévolo con la carretera. Lo cual está por ver.
Porque todos los estratos del Sector se ven afectados y, en buena lid, tratan de defender sus respectivos intereses, tanto los colectivos como los particulares de su segmento de actividad. Confebus, como principal portavoz del Sector del Transporte, ha elaborado un concienzudo Plan de Recuperación y Resiliencia que, además de ser presentado públicamente, ha sido entregado en particular al Ministerio de Transportes, con una aparente buena acogida. Como dicen sus responsables, "ahora ya solo falta que nuestras medidas se incluyan en el Plan Nacional ...y que Europa lo apruebe". La situación urge, pero cualquier camino, por largo que sea, comienza con un pequeño paso, que es el que ha dado la Confederación sectorial.
Es importante destacar que, de llevarse a cabo todo el Plan, la inversión requerida se cifra en un total de 6.700 millones de euros, de los que una tercera parte correría a cargo de Europa.
A simple vista, si tenemos en cuenta el rechazo parlamentario a las ayudas al transporte urbano, que iban a ser como mucho de 400 millones, el reto parece complicado. Pero no hay otra solución. Ni para el Transporte ni para el Turismo, que afortunadamente cuentan con capítulos presupuestarios tan diferenciados como complementarios. El Plan del Transporte es ambicioso, extenso y realista. Y serviría, sin ningún género de dudas, para ayudar a reactivar el Sector tras la pandemia.
Al igual que ocurrió con agentes de viajes y restauración, ha sido viral la convocatoria de la manifestación de Direbús en Madrid. No por su reivindicación más que legítima, sino por la imagen de los empresarios rotos anímicamente ante la impotencia para salir de esta situación. En todo caso, una vez más el Sector y sus profesionales demuestran sobradamente su capacidad de lucha. Y lo volverán a hacer en esta ocasión.
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