Grandes redes y agencias independientes coinciden en expresar su malestar por tan magra remuneración. Máxime al comisionarse su intermediación excluyendo la tasa de embarque, que la mayoría de cruceristas han fijado en torno a los 200 euros.
Tal vez la referencia más cercana sea la pugna que los grandes grupos de integración mantuvieron durante años en el Caribe. Y no sólo por la sobreoferta, tanto de plazas aéreas como de camas hoteleras, que caracterizó aquella guerra comercial del triángulo Dominicana-Cuba-Cancún. Sino también por una nefasta práctica comercial, consistente en inflar al máximo la mal llamada tasa de combustible (que, al igual que ocurre con la tasa de embarque o portuaria, no estaba comisionada), con la excusa del incremento del precio del petróleo y, por ende, del queroseno.
El segmento de cruceros —como ocurriera hace pocos años con aerolíneas y hoteles— ha acumulado una sobreoferta excepcional, especialmente para el deprimido mercado emisor español, que obliga a tirar precios. Y no sólo para llenar, sino para mantener la actual cuota de mercado.
No sería de extrañar que, siguiendo esa misma dinámica, la calidad del producto ofertado a tan bajo precio por determinados cruceristas, caiga en picado. Es lo que ocurrió en 2010, cuando algunas cadenas españolas con una excelente imagen de marca (como los resorts Bahía Príncipe convertidos en paradigma gracias a la serie Paraiso), redujeron drásticamente el personal y el servicio, mermando notablemente la calidad de su todo incluido. Y es lo que podría ocurrir, a no tardar mucho, en el caso de determinados cruceristas.
Otro signo de este cambio sería la disposición a la venta directa a través de Internet de algunas navieras. Estrategia comercial inusual para este segmento —que, tradicionalmente, se ha apoyado en la intermediación—, habida cuenta de que el precio es el atributo básico para vender en la Red.
Sería injusto descalificar a todo el crucerismo por las prácticas de algunas navieras y, sobre todo, olvidar la importante inversión realizada por estos proveedores tanto en comisionar al agente como, sobre todo, en su formación, sin olvidar las extraordinarias campañas de promoción, realizadas siempre de la mano del agente.
El Sector tiene en el crucerismo un aliado tan rentable como leal. De ahí, precisamente, la preocupación creciente que causa este grito de ¡al abordaje!, en forma de guerra comercial, que impacta directamente en las agencias al reducir drásticamente su margen, obtenido a partir de la comisión sobre el precio de venta.
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