Y lo hacen afrontando una suerte de corralito, creado por las compañías aéreas —que no pueden devolver los billetes cobrados y no volados—, lo que impide a muchos puntos de venta abrir sus puertas, ante el temor de la avalancha de clientes exigiendo su dinero. Porque la verdad palmaria es que los agentes han pagado íntegramente a las compañías lo que le cobraron al cliente. Ya que los minoristas de viajes ni tan siquiera perciben una mínima comisión del proveedor, siendo su único ingreso el fee que le paga el cliente por los gastos de gestión.
Pendientes de una vacuna cuya aprobación requiere sus tiempos, nadie sabe si habrá temporada de invierno y Semana Santa
El acuerdo tripartito (Gobierno, CEOE y Sindicatos) alcanzado in extremis para ampliar los ERTE de fuerza mayor hasta enero da cuatro meses de oxígeno, aunque con los agentes cobrando un tercio menos de su salario base y renunciando, además, a la parte variable de los ingresos de una actividad basada en vender para cobrar.
Esta situación afecta de forma desigual a un sector polarizado en dos grandes modelos de negocio: el de las grandes y medianas redes minoristas (ligadas a grupos de integración vertical) y el de los agentes independientes (integrados en grupos comerciales o de gestión). Todos comparten sufrimiento. Las grandes redes por la espada de Damocles de una eventual quiebra (Globalia y Avoris dependen del rescate del Estado). Y las independientes porque en no muchos casos sus propietarios han avalado créditos con su patrimonio personal, y se juegan incluso su propio domicilio.
Tras negociar con el arrendador del local y asumir el cierre temporal, para muchos la única opción es liquidar el negocio y esperar tiempos mejores.
La coyuntura de la demanda no puede ser peor, al abocarse a Madrid (principal mercado emisor doméstico) a un nuevo (y ruinoso) confinamiento, con la declarada intención de impedir que los madrileños se desplacen en el puente del Pilar. Por vez primera, el objetivo a batir es, precisamente, el Turismo, al que se culpabiliza del auge de los contagios.
Pendientes de una vacuna (o un tratamiento antivírico eficaz) cuya aprobación requiere sus tiempos, nadie sabe si habrá temporada de invierno y Semana Santa, tras perder el Imserso, y mientras se cruzan los dedos para que en 2021 se recupere la vital temporada de verano.
Todo ello con Gobiernos —sean de uno u otro partido— cuyos miembros adolecen de experiencia de gestión, cuando no cuestionan de forma directa al Turismo.
El Sector aplica, hibernado, una verdadera economía de guerra, a la espera de que, tras la crisis (alentada desde la Prensa y redes sociales) la recuperación sea tan rápida como la caída. Que le sea útil. Es nuestro mayor interés.