Pese a que los sucesos se circunscriben a Egipto y Túnez, la inestabilidad en estos dos países pasa factura al conjunto de oferta turística del mundo árabe mediterráneo. Así, aunque con diferente intensidad, el radio de acción de este auténtico terremoto mediático se extiende desde Turquía hasta Marruecos. Previsiblemente, estos hechos provocarán reducciones en los precios, de acuerdo con la estrategia habitual de los destinos árabes, cuando se ven afectados por caídas del Turismo receptivo.
En caso de que ambos países recuperen la estabilidad, los efectos de esta debacle turística serán limitados en el tiempo, no afectando apenas a la temporada de verano. Muy diferente sería si esta revolución ciudadana se prolongara en el tiempo. Y más aún en el caso, no descartable, de que los disturbios se extendieran a otros países árabes. A medio plazo, está por ver si los cambios que se propugnan llevan a estos países a avanzar hacia la democratización de sus sistemas políticos o, como se teme en Europa y el resto de Occidente, abren la puerta al islamismo radical.
Una vez más, los intereses de España son duales, afectando a nuestros flujos receptivos de una parte, y a la inversión hotelera española y la programación emisora, de otra.
El análisis de la geopolítica turística adquiere, en consecuencia, una importancia creciente, al perjudicar o beneficiar nuestros intereses (aunque el decoro y lo políticamente correcto limiten las declaraciones públicas).
Y una vez más, la recuperación de estos destinos ha de pasar por estrategias diseñadas de la mano de los prescriptores (agentes de viajes y turoperadores). Los profesionales de la comercialización turística, ajenos a los intereses y privilegiados conocedores del cliente final, son la clave para una sólida y pronta recuperación del flujo emisor. Siempre, claro está, que la estabilidad se recupere.
Los responsables del Turismo de los países afectados han de hacer un doble esfuerzo (de comunicación y en promoción) para recuperar la confianza de los clientes. Pero, para ello, los primeros convencidos han de ser los agentes de viajes emisores. Ese ha de ser su primer objetivo. Por encima del consabido recurso de tirar precios, como gancho para recuperar clientes.
La estabilidad (o la falta de ella) se confirma como un valor de primer orden para los destinos, similar a la confianza en la marca para las empresas. Especialmente en situaciones de crisis. Una importante lección que hoy rememoran para bien destinos como Canarias.
Los agentes volverán a actuar como prescriptores y aliados de los destinos, siempre que la relación sea transparente y posibilite actuaciones conjuntas para contrarrestar situaciones adversas, que a todos perjudican.
Que le sea útil. Ese es nuestro mayor interés.










