La luz que generan los aparatos electrónicos ‘roba’ al menos una hora de sueño a los viajeros que revisan sus emails en la habitación del establecimiento a última hora de la noche y provocan al menos 55 noches al año de descanso de ‘baja calidad’ entre los clientes. Las señales luminosas actúan de forma similar a la cafeína, deteniendo la producción de melatonina en el cerebro, una sustancia que regula el sueño, como se desprende de un estudio del Centro del Sueño de la Universidad de Edimburgo, para la cadena Crowne Plaza.
El estudio trata de encontrar fórmulas para que los establecimientos de la cadena "ayuden a mejorar la productividad de los clientes, especialmente los viajeros de negocios", como señala el director de marketing para Europa, Oriente Medio y América de International Hotels Group, William Morris. "La tentación de revisar los correos electrónicos reducen las oportunidades de un buen descanso", afirma "lo que buscamos es ayudar a que las estancias sean lo más agradables promoviendo una serie de ‘reglas de oro’ para el descanso en nuestras habitaciones", subraya Morris.
Entre las recomendaciones que propone la cadena para los clientes durante sus estancias se encuentran el silencio; la completa oscuridad; temperatura adecuada; uso de aparatos electrónicos una hora antes de ir a dormir y evitar las comidas nocturnas, junto al consumo de alcohol o café.
Más de un millón de euros anuales en pertenencias olvidadas
La cadena Holiday Inn revela que los huéspedes de los establecimientos en Reino Unido se dejaron olvidados cerca de 750.000 libras (1,1 millones de euros) en divisas y objetos perdidos, el pasado año.
Según la cadena, los empleados encuentran objetos tan variopintos como prótesis, ojos de cristal o dentaduras postizas. Unos ‘olvidos’ que para el jefe de Operaciones de IHG en Reino Unido e Irlanda, Alexi Hakim "no dejan de sorprendernos, puesto que se hace difícil entender cómo puede alguien abandonar el establecimiento sin advertir semejante pérdida".
Junto a dinero en metálico, los clientes abandonaron también objetos de gran valor como un Rolex de 3.000 euros o un anillo de compromiso tasado en más de 5.000, además de pertenencias más estrambóticas como una oveja hinchable, el hábito de un monje o varios posters de un conocido presentador televisivo británico.









