El gas natural supone un problema para la ciudad de Madrid y sus alrededores. Y no precisamente a nivel doméstico. El asunto es que, por mucho que los operadores de transporte interurbano quisieran apostar por el gas natural como propulsor de sus vehículos, el hecho de que no tengan permiso para acceder a los intercambiadores de la ciudad, por motivos de seguridad, hace inviable la inversión. Debemos tener en cuenta que el 60% de las líneas empieza o acaba en un intercambiador, lo que se traduce en que, en caso de adquisición de este tipo de propulsión, los autocares se verían abocados a prestar servicio en solo un 40% de las líneas. Aunque se mantienen conversaciones, el problema persiste por la dificultad de entraña.


