La misma amenaza que, cual espada de Damocles, pende sobre los Grupos comerciales (empezando por GEA y continuando por otros integrados en Agrupa), tras la apertura de una investigación por parte de la CNC, que tiene en vilo a la mayoría de agentes de viajes independientes.
Competencia se ha convertido de hecho, aunque probablemente sin pretenderlo, en la mayor amenaza del Asociacionismo y, por tanto, del tejido empresarial del Sector.
Pretender que los Grupos comerciales limitan la libre competencia al recomendar a unos proveedores frente a otros, va contra la práctica comercial más elemental. Los agentes de viajes no solo tienen el derecho, sino la obligación, de seleccionar a sus proveedores. Primero, en función de la calidad de sus productos y servicios, que han de hacer notar al cliente, en su condición de prescriptores. Y, en segundo lugar, porque la agencia no es un servicio público, sino una actividad de intermediación privada y remunerada, en la que los productos y servicios relacionados con los viajes y vacaciones se venden a cambio de una comisión o de la obtención de un margen comercial.
Por otra parte, ¿qué alternativa tienen las agencias cuando un proveedor decide puentearlas, ofreciendo su programación en directo al cliente final e, incluso, dificultando (o no favoreciendo) su venta intermediada? ¿Seguir vendiendo para evitar una sanción de la CNC?
Competencia debe ser consciente de las consecuencias que su actuación tiene para la vertebración del Sector. Y del mismo modo que, como regulador, persigue actuaciones contrarias a la libre competencia, debe saber que el desmantelamiento del Asociacionismo pone en peligro a las agencias independientes. Pequeñas minoristas que, en su mayoría, son microempresas y pymes, cuyo cierre dejaría el mercado emisor en manos de grandes redes minoristas. Grandes redes que, lógicamente, priorizan la venta del producto propio de los operadores y transportistas del grupo al que pertenecen, lo que a su vez viene a reducir la oferta de turoperación, transporte o alojamiento.
Así, para corregir una potencial disfunción, la CNC puede provocar un daño irreparable al mercado por el que se supone debiera velar. Una incongruencia que se suma a la sospecha de que actúa animada por un afán recaudatorio, al igual que la Agencia de Protección de Datos, precisamente cuando los ingresos de Asociaciones y grupos están en una situación más crítica.
Estos difíciles tiempos debieran llevar a la CNC a hilar muy fino, sorteando la terrible paradoja de que acabar perjudicando al mercado emisor, que ha de proteger.
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