Pero la llegada de abril, sin Semana Santa y a un mes largo del inicio de las ventas de la temporada de verano, está registrando un fuerte parón en las ventas. A la espera de ver cómo se comporta el próximo puente de mayo (que este año no podrá convertirse en acueducto), el vacacional está sufriendo la incertidumbre de los consumidores españoles a causa del aumento del desempleo, la reducción de la capacidad de gasto por el aumento de las hipotecas y la percepción, cada vez más generalizada, de que esta nueva crisis económica está llegando para quedarse.
Abril (y probablemente mayo) se presenta casi como "un mes perdido". Tanto es así que algunas compañías aéreas están reduciendo vuelos y aprovechando para revisar y dar mantenimiento a sus aviones, mientras algunas cadenas hoteleras han decidido cerrar establecimientos que el año pasado estaban operativos, y algunos cruceristas están dispuestos a regalar camarotes si esto les permite mantener la ocupación necesaria para que sus cruceros "estén vivos". Reducción de actividad que es especialmente patente en las agencias.
Como en la célebre canción de Sabina, cada vez son más los que se preguntan en los mostradores: "pero, ¿quién me ha robado el mes de abril?". Empezando por las grandes redes, cuya estrategia pasa por adelantar reservas de verano. Lo cual conllevará que la facturación en temporada alta se vea, lógicamente, mermada.
Bien es cierto que, a día de hoy, la caída en las ventas afecta al vacacional, pero no así al business travel. El viaje profesional no se ha resentido aún. Las empresas están a la expectativa, mirando qué hace la competencia, pero aún no han decidido recortar sus gastos de viajes. Cuando esto ocurra, el modelo a aplicar sería el que ya tienen ensayado: eliminar desplazamientos, acortar estancias, reducir categoría de hoteles, volar más en turista y menos en business y hacer viajes de un día, evitando pernoctar. Pero, afortunadamente, las decisiones de las empresas en el sentido de reducir sus gastos de viajes y en representación no se han tomado. Todavía.
En el vacacional, pese al pacto tácito de silencio de un Sector (que con buen criterio se niega a prender la mecha de la crisis), no se puede ocultar la preocupación que, hacia dentro, viven los empresarios y profesionales de las agencias de viajes emisoras. Y de los proveedores, claro está.
Todos en el Sector eran conscientes de que el crecimiento continuo no existe y que, más temprano que tarde, llegaría el final del ciclo expansivo más largo de nuestra historia. Pero también muchos suponen que la crisis que llega no será peor que en la década de los 90, que tuvo a la Guerra del Golfo como desencadenante. O que la demanda española es más madura que nunca. Y, sobre todo, que hoy las vacaciones ha dejado de ser un artículo de lujo para unos trabajadores sometidos a la creciente competitividad (que genera un enorme estrés), para convertirse en un bien de primera necesidad.
Preocupación al margen, estamos ante una etapa emocionante (por las emociones que suscita), en la que cada empresario y profesional va a mostrar su verdadera talla. Y la talla de este Sector es verdaderamente excepcional.
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