Entra en erupción un volcán en Islandia, y el autocar es la primera alternativa que se viene a la mente para tratar de paliar las posibles consecuencias sobre el tráfico aéreo internacional. Se estropea una línea de Metro o descarrila un tren de media/larga distancia, y pasa lo mismo. Esto es así, y lo seguirá siendo, por mucho que se quiera convencer a la opinión pública de los males de la carretera en cuanto a su presunta incidencia sobre la contaminación atmosférica. Convendría, de vez en cuando, aunque sea sólo una vez, para probar y ver qué se siente, que el recurso del autobús y el autocar dejara de serlo, para ser reconocido como la referencia que es en el transporte colectivo de viajeros.

