El crecimiento en abril del 9% de los viajes de los españoles es, lamentablemente, un dato tan esperanzador como equívoco. Descontando la aportación de una Semana Santa especialmente tardía y de la crisis de las cenizas volcánicas (en la comparativa sobre el mismo mes del año pasado), el resultado final es positivo ma non troppo.
Las expectativas de los agentes de cara a la temporada de verano, aún no siendo del todo malas, permiten prever un crecimiento mínimo, que para sí quisieran el consumo de bienes de primera necesidad o los fabricantes de automóviles.
Pese a estar aún muy por debajo del nivel precrisis, las reservas de grandes viajes también están creciendo, según confirman buena parte de las mayoristas especializadas. Cuestión aparte es el ritmo de ventas de las agencias, que tras verse negativamente afectado por una Semana Santa que ha caído muy tarde, tiene ante sí dos retos a superar. El primero, que afecta y mucho a las familias, es el encarecimiento del precio del dinero, que repercute en el pago mensual de los créditos hipotecarios. Y el segundo, la incertidumbre añadida que está provocando el colapso financiero de Comunidades autónomas y Corporaciones locales; máxime ante los traumáticos recortes de plantillas en personal contratado que se avecinan, y la dificultad de algunas Administraciones públicas locales para hacer frente al pago de la nómina mensual de funcionarios.
La mejora del empleo en mayo (con casi 80.000 puestos de trabajo más, gracias en parte al Turismo), que debiera ser una excelente noticia, es considerada como coyuntural y, al igual que cualquier otro brote verde, es negado sistemáticamente por una opinión pública mediatizada por la presión de la Oposición a un Gobierno en horas bajas.
El Sector afronta la temporada de verano con una importante baza a su favor: la drástica reducción de la sobreoferta que llevaba a tirar precios año tras año (consecuencia de una guerra de precios atemperada por la crisis y el fin de la competencia suicida).
La reducción de riesgos en vuelos chárters y de la oferta puesta en el mercado coincide con la subida del precio de los viajes organizados, con lo que ello supone para la recuperación del margen, que ha venido lastran-do la rentabilidad hasta unos niveles inasumibles.
Está por ver si la posibilidad de no vender más (en volumen de pasajeros), pero vender mejor (en términos de rentabilidad) se confirma esta temporada de verano. Aunque los datos parezcan apuntar en esta dirección.
Y, sobre todo, confiemos en que este sea el año en que la depresión del consumo toque fondo, como paso previo a un cambio de tendencia. Descartada la crisis en ‘V’ (caída y rápida recuperación), ojalá el gráfico sea una ‘U’ (caída, depresión y recuperación), y no la temida ‘L’ (caída seguida de depresión prolongada).









