Y aunque nadie quiera lanzar las campanas al vuelo, los datos del leve repunte de las reservas en junio, son un hecho. Tres son los factores que pueden influir en que la próxima temporada de verano pueda ser menos mala de lo previsto para el mercado emisor doméstico: más confianza en el futuro, la mayor disponibilidad económica de las familias y el menor precio de las vacaciones.
El dato de empleo de mayo, que quiebra una cadena de inquietantes incrementos en las cifras de paro, generando empleo nominal, constituye un factor esencial para la recuperación de la confianza (o, cuanto menos, para frenar la creciente incertidumbre) en relación a la evolución de la renta familiar a corto y medio plazo. Lo que permite albergar una cierta confianza en el futuro. Factor este esencial a la hora de efectuar reservas o en las decisiones de compra de las vacaciones por parte de las familias españolas.
El descenso del euribor, pese a que no repercuta en todos los créditos hipotecarios (hay muchos contratos con cláusulas que fijan topes mínimos en el tipo de interés y otros cuyas renovaciones anuales son posteriores a esta temporada de ventas), está siendo uno de los incentivos más efectivos para reservar las vacaciones de verano. Esta disponibilidad no prevista, invirtiendo la presión de la amortización mensual de las hipotecas, permite a muchas familias contar con disponibilidad económica necesaria para que puedan tomar la decisión de irse de vacaciones.
Y en tercer lugar está un mercado de oferta que brinda los precios más bajos que se recuerdan, con el efecto dinamizador que ello supone para una demanda aletargada y que otorga al factor precio una importancia sin precedentes. Así, siendo la guerra de precios inequívocamente perjudicial para la cuenta de resultados del Sector (hasta el punto de que los agentes y proveedores están cediendo su margen al cliente), está permitiendo, cuanto menos, mover dinero en el Sector.
Ante la convicción generalizada de que la guerra de precios está pervirtiendo al cliente, restando valor al agente y elevando el factor precio a una categoría decisiva, y que éste es un camino sin retorno, por lo que estaríamos ante una estrategia suicida, cabe hacer una importante matización.
Los consumidores son conscientes de que los precios de las vacaciones son este verano excepcionales, al igual que los de los coches, los pisos o tantos otros bienes. Pero también tienen claro los clientes que si esta temporada los precios son tan bajos es a causa, precisamente, de que su poder adquisitivo y la capacidad de compra del consumidor han caído, y que esto no siempre será así. Por tanto, el axioma de que una vez que se han tirado los precios ya no hay marcha atrás, no es irrevocable.
Sin pretender justificar una guerra de precios que devora el margen y depreda al Sector, y quizá haciendo de la necesidad virtud, cabe constatar el extraordinario dinamismo del Turismo, capaz de ceder sus beneficios para vender su producción. A diferencia por ejemplo de los fabricantes y concesionarios de automóviles, que ven cómo se multiplica su stock, cuando en breve los nuevos modelos dejarán a los actuales fuera del mercado. ¿Cuál es la mejor estrategia? Sólo el tiempo lo dirá. Pero, hoy por hoy, únicamente este Sector ha sido capaz de vender a costes para impulsar la compra. Aunque ello sólo le haya permitido mover el dinero.
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