«Como todos sabemos, el turismo de negocios y reuniones está considerado como el más rentable del sector, dado el alto impacto económico que produce en las ciudades anfitrionas. Está asociado a un visitante con un alto poder adquisitivo, que gasta una media diaria de 250 euros, con el valor adicional de que este gasto está muy diversificado, desde los taxis o las compras a hoteles, restaurantes, espectáculos, etc., un hecho que contribuye a dinamizar sectores muy diferenciados de las localidades que lo acogen.
Además, colabora de forma eficaz en la diversificación de la oferta turística y en la desestacionalización del sector, y ayuda a reducir la saturación en ciertos meses y mantiene la ocupación en niveles altos durante todo el año al ser complementario del turismo vacacional.
La denominación de la actividad de los profesionales del sector ha ido evolucionando desde el protocolo y la organización de congresos hasta la más moderna acepción, adecuada al mercado, de ‘gestión integral de eventos’. Al ser una profesión emergente, que hasta hace unos años sólo se podía aprender mediante la práctica, en la actualidad, la necesidad de adecuación a las cada vez más exigentes necesidades del mercado, han hecho plantearse la necesidad de estudios de master, postgrados y títulos propios en diferentes universidades españolas, cuya realización debiera ser preceptiva para todos aquellos que deseen dedicarse a organizar eventos.
Formación sectorial reglada
La crisis impone cambios y acelera procesos, el de la profesionalización y formación reglada de los organizadores de eventos y congresos ya es urgente. En una jornada a la que asistí recientemente, me llamaron poderosamente la atención dos cuestiones. La primera, la exigencia a los anfitriones por parte de una asociación y de una institución locales, de participar como invitados de honor, esgrimiendo el argumento de que tenían más derecho a ser protagonistas que los invitados por el organizador, de tal manera, que si hubieran tenido unos conocimientos mínimos, no hubieran hecho el ridículo en público.
En segundo lugar, la intervención de un asistente del sector, que confundía lo que es una inversión con un gasto y afirmaba que ‘la formación’ en organización de eventos es un gasto que no puede asumir la Administración. El despropósito no merece comentario. Nadie se pondría en manos de un abogado o un dentista sin título, y la organización de un evento o congreso no tiene por que ser menos. Se trata de un proceso complejo y de un acto continuo de comunicación, con unos ítems precisos que permiten al promotor conocer hasta el ROI de su evento.
Cuántas veces actuamos los profesionales en situaciones sin que haya un reconocimiento o un valor (ya no digo económico) de nuestro trabajo y lo hacemos de una manera totalmente desinteresada y vocacional. Estos dos ejemplos recientes indican que ha llegado el momento de pasar del voluntarismo a la profesionalización a través de la formación, si queremos vencer a la crisis y aprovechar las nuevas oportunidades de negocio».











