España ha sido pionera en adaptar a los sectores turísticos los sistemas de normalización. Procesos de racionalización cuya incorporación hace mucho que debiera de haber dejado de considerarse una moda o una cuestión de imagen. Nadie cuestiona que ganar competitividad es una apuesta estratégica esencial que deben hacer las empresas de cara al futuro. Al igual que es un hecho que la Calidad, entendida como una dinámica de mejora continua y de normalización (o sistematización) de procesos, depende en gran medida de eso que llamamos Calidad. Sin embargo, la cruda realidad que viven algunos sectores turísticos (como el de las agencias emisoras) dificulta preparar el futuro, cuando hay que atender a un difícil presente cuyo día a día requiere todas las energías.
Aunque la opinión pública escuche que el Turismo va bien, a tenor de las cifras del receptivo (que son las únicas que se difunden), la realidad que vive el emisor es otra. Los datos oficiales de empleo son un termómetro implacable para medir cómo ha ido la temporada de verano, clave para la rentabilidad de las agencias emisoras. Aunque de enero a junio el Sector generó 4.700 empleos, sólo en julio y agosto se han perdido dos tercios (3.100 puestos de trabajo), lo que da idea del "ajuste", por utilizar un eufemismo, que se ha visto obligado a hacer este verano.
La capacidad del Sector para recuperar competitividad mediante reducciones de plantilla, es innegable. Aunque en buena parte esta reacción empresarial sea una imposición no ya motivada por la lógica búsqueda de rentabilidad, sino para reducir pérdidas inasumibles. Situación que no facilita en absoluto la planificación de un futuro que ha de pasar necesariamente por la Calidad.
La memoria es a veces muy corta, y más aún cuando nos aprieta el zapato. El ICTE, cuya bandera es la ‘Q’ de Calidad Turística Española, es fruto de la fusión de los Institutos sectoriales, y ha dotado al Sector Turístico de un instrumento de incuestionable valor estratégico para el futuro de la empresa. El ICTE, además, ha tenido la rara virtud de unir a todos, sin diferencias, en pos de un objetivo común. Contribuyendo a la vertebración sectorial, y dotando al tejido empresarial de un instrumento tan valioso como admirado por países de primera división. De ahí que, en estos tiempos de vacas flacas, el Gobierno sepa cumplir su compromiso de impulsar la competitividad, manteniendo e incrementando su apoyo. Especialmente ahora que muchos empresarios centran su capacidad y esfuerzo simplemente en sobrevivir.
Recuperar competitividad ajustando la plantilla y trabajando más es un esfuerzo que los empresarios asumen muy a su pesar. Pero es obligación de nuestras Administraciones turísticas y del Asociacionismo empresarial preservar esta herramienta, esencial para su futuro.
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