El Sector Turístico de Madrid (y, por extensión, del resto de España) lamenta que el nuevo intento no haya tenido éxito. Para nadie es un secreto —y menos para el Turismo— el efecto llamada que unos Juegos Olímpicos suponen para su sede. El caso de los Juegos de Barcelona 1992 es un paradigma de palanca para dinamizar un destino. Y no sólo en el vacacional. También para celebrar grandes eventos, incluyendo grandes congresos y convenciones. Una experiencia que Madrid ha pretendido repetir, aunque sin éxito, primero durante la alcaldía de José María Álvarez del Manzano (hoy presidente de la Feria de Madrid), después con la candidatura presentada por el Ayuntamiento presidido por Alberto Ruiz Gallardón (actualmente ministro de Justicia del Gobierno de España) y, por último, por la alcaldesa Ana Botella. Siempre con el firme apoyo del Gobierno de turno, sea cual fuere su signo político.
Al margen de las causas del nuevo fracaso (rechazo a la austeridad de la candidatura o escándalos de dopaje), el enésimo rechazo a Madrid ha tenido un efecto inverso al de la gran euforia que generó la posibilidad de lograrlo.
Un sentimiento generalizado de frustración parece haberse adueñado de la ciudadanía española, y no sólo de la de Madrid. El carácter pendular —tan propio de la idiosincrasia de los españoles— se ha acrecentado, avivado por la crisis económica y la creciente pérdida de valor de la llamada marca España.
El singular inconsciente colectivo de los españoles —cuyo diagnóstico tiene en el fiasco de los Juegos de Madrid uno que se asemeja a una psicosis maniaco-depresiva generalizada— ha asumido la pérdida como una muestra más de nuestro menguante peso e influencia internacional. España pasa así, en tan solo unos años, de considerarse una potencia mundial (la quinta), a verse como un país en decadencia. ¿Es un hecho cierto o un trastorno bipolar colectivo?
Al margen de la argentinización que aqueja a nuestra economía, salvada in extremis del estigma del rescate (que había puesto la gestión de lo público en manos de los prestamistas), nuestra realidad no es tan pendular.
Ni España era una potencia mundial hace cinco años, ni ahora es un país de tercera... Somos lo que somos. Y lo que somos se debe, en buena parte, a la pujanza del Turismo receptivo (con el viento a favor que supone la inestabilidad de muchos destinos competidores del Mediterráneo). Pese al deprimido mercado doméstico.
Es hora de que Madrid se replantee su sueño olímpico, y retome la gestión de este extraordinario destino, apoyando a su Sector Turístico Emisor.
Que le sea útil. Ese es nuestro mayor interés.